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miércoles, 11 de agosto de 2010

Blog; el antiguo Cetro del Faraón

Con el ratón en la mano, a modo de cetro o Nejej, repantigado en su silla frente a un portátil, cualquiera puede sentirse un pequeño emperador egipcio. El monitor es su reino. Hoy sólo existe lo que se refleja en ella. En el monitor desfilan todos los placeres mundanos, desde el más noble al más estrambótico, pero a este pequeño emperador navegante, que todos llevamos dentro, le basta con apretar levemente su dedo índice y en una décima de segundo se borrará del mundo digital lo que no tenía a su alcance, la impresión de una noticia comentada en un blog que no era de su agrado, la que si apoyaba su devaluada opinión sobre aquel político escasamente diestro en la tecnología, la del comentarista más insolente, la del elemento competente, la del blogger más refinado. Esta potestad puede ejercerla el pequeño emperador egipcio como un déspota, según cambie su estado anímico tras escuchar las voces de su vecino a la parienta. Si por un capricho así lo desea, con arrastrar el haz de luz de su ratón, comparecerá ante su presencia el mismísimo Bill Gates, el divulgador tecnológico tertuliano, el gurú que atisbará con acierto el porvenir de la sociedad tecnológica, el presentador de nuevos productos para su recién estrenado smartphone, la tira de humor de Dilbert.com, todos los manuales de ITIL en sus diferentes revisiones y miles de ejemplos hechos para adherir a su blog en JAVA, sólo por el placer de retenerlos, copiarlos y/o volver a borrarlos de su imperio de PC. Estos ademanes de poder psicológico, en el fondo, es una necesidad contra nuestras desafíos sociales, lo último que se lleva en materia anti-estrés mientras me traen a la puerta 10 kilos de narajas para zumo ayer recien cortas de superior calidad y a menor coste que en la frutería de la esquina. Si se puede fulminar la imagen de Esteve Jobs con un dedo a través de su propio blog, ¿qué necesidad hay de llevarlo al paredón como a Lorca por su nuevo modelo de Iphone? Si el presidente del gobierno y el jefe de la oposición son tan débiles que se hallan a merced de la opinión de mi ratón, ¿por qué hay que confiar en ellos, seguirlos y votarlos? ahora las nuevas tecnologías nos han concedido un privilegio revolucionario. Estando sobrio o borracho, lo mismo si es inteligente o majadero, desde cualquier bar, evento u oficina, con un mensaje en twitter a través del móvil, el pequeño emperador emite sus opiniones y comentarios, aspectos de su exclusivo interés, chistes irregulares o cualquier otra opinión quizás acertada y al instante aparecerá escrito en la red y será leído posiblemente por millones de internautas. En un solo segundo tendrá más lectores que Kafka, Sócrates y Nietzsche consiguieron juntos en varios siglos. Y todo esto mientras el pequeño emperador se toma una coca-cola admirando boquiabierto los colosos de Memnon al oeste de Luxor.

1 comentario:

  1. Cuánta verdad fluctúa en el mensaje de tu entrada. Bajo mi punto de vista, hay que aprovechar la oportunidad actual de que globalmente puedan leer tal y como indicas millones de personas las opiniones que profesas interiormente. Pero como en todo, y bien indicas, la utilización, no se realiza, de forma moral y ética en muchos otros casos.

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